Empirismo e idealismo. Esperanza y economía

Empirismo e idealismo son los nombres dados a las corrientes filosóficas preponderantes durante los siglos XVII y XVIII en el pensamiento occidental. Simplificando en grado sumo, empirismo define el conocimiento y, por ende, la realidad como aquello percibido por los sentidos. Idealismo define conocimiento y realidad como proyección de una idea del sujeto. La pugna entre estas dos tendencias de pensamiento se decantó a favor del empirismo, que ejerció de paraguas conceptual del llamado conocimiento científico.


De buenas a primeras, esta explicación parece muy alejada de la materia económica que nos ocupa en este blog. La razón de esta incursión en la filosofía de siglos pasados estriba en la gran influencia que para el devenir social, político y económico ha tenido. Dicho en otras palabras, somos lo que somos por la perspectiva vital heredada de tiempos anteriores.


Por otro lado, estimamos que cualquier refuerzo que acreciente la esperanza es apreciable. En este sentido, conectamos con la filosofía para averiguar que razón de pensamiento amplía más nuestra expectativa. En este contexto, consideramos que merece la pena reevaluar pensares que quedaron relegados por la aparente brillantez de sus oponentes.


No cabe duda que el fulgor del llamado conocimiento científico eclipsó toda, o casi, noción de idealismo. Pero es ahora, cuando el progreso alcanzado en base al conocimiento cientifista parece mostrar su naturaleza, el momento de girar nuestra mirada hacia otras maneras de concebir la realidad, capaces de hacernos sujetos de una mayor esperanza.


Idealismo, pues, como noción de que el mundo es lo que somos y no a la inversa abre todas las perspectivas y esperanzas dado que sitúa a la persona como referente de lo real. Esto supone un reconocimiento de responsabilidad y, al mismo tiempo, un aporte de esperanza. Si la realidad es lo que somos, sabemos que cualquier oscilación de nuestro pensar, sentir y hacer puede variarla.


A partir de este punto, se pueden derivar consecuencias económicas. Si nuestro pensar, sentir y hacer determina los hechos, cabe la esperanza que un pensar, sentir y actuar enfocado hacia el progreso económico alcance su fin, independientemente de las condiciones materiales que lo contextualizan.


Y, sí, hablamos de Santa Coloma de Gramenet, hablamos de la convicción, sensación y sentimiento que su desarrollo económico está en nuestras manos. Solo en nuestro pensar querer y hacer. Únicamente. Exclusivamente.

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